lunes, 26 de julio de 2021

Sal




Es la indignación somatizada,
un zafarrancho de conjeturas,

un manojo de preguntas al interlocutor dormido,

el tallo de una enredadera que arrecia con lo inentendible en cada rama...

Aquello que en el arte de ir y venir nos detiene,
nos cachetea en una ráfaga repentina y fustigante que está justo en la raya de lo que el amor le es al odio.
Nos encabrita el pecho,
nos hace pasarnos la mano por la cara como tratando de recordar: voy? O acaso vuelvo?

Y suena la ola muriendo justo hasta donde le permite vivir la arena
y una gaviota picoteando una cresta
grita como advirtiendo: huye! Que el mar te atrapa, con sus peces que no son carnada y sus caracoles inmensos que invocan nubes! Vete de aquí, el mar te atrapa!

Un pelicano cae en picada sobre un cardumen y desaparece, reta al agua y agitando las alas para retornar al vuelo me dice como chillando: pero siempre puedes volar, llegar al horizonte... Al menos intentarlo. Y aunque te vayas de aquí  siempre vas a volver o tal vez ya vives regresando.

Y muere el último amarillo en la última silueta,
se borra el color que le regala su brillo al mar.
Y suspiro.

Y en ese sonido del viento y las palmeras,
en el golpear de cada ola despidiéndose,
en las luces que comienzan a escribir sobre la playa
en las voces de algunos otros más atrapados,
en las sonrisas melancólicas de quien debe emigrar...

Recuerdo que ya es tarde
que es demasiado tarde para regresar.

Que después de todo
algo mágico hay en la sal

Está en las lágrimas, en la sopa
y también en el mar.

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