Eran las 11:16 am...
Pepo se refugiaba en la cocina,
como tantas veces a la misma hora desde que Adriana se había ido,
sopesando el hecho de los frijoles mal remojados que yacían en sus recuerdos aterradores de las preparaciones desaprendidas,
tanteaba el gusto con el cuidado que se le tiene a las cañas demasiado fuertes...
Suspiraba.
La brisa agitaba las ventanas y apaciguaba el calor del salón mientras daba un sorbo al cucharón,
cómplice y silente,
esgrimiéndolo con pavor y pensando para si y para el mundo en pleno,
al menos para el bloque suyo y el contiguo:
- No joda... Esta mierda me quedó salada!!
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