Vapor

La ventana entreabierta
permitía oír los aullidos de la cancha...
Se colaba el frescor de la noche
humanizando el espacio impregnado con cansancio y soslayo,
ella acurrucada en la cabecera de la cama...
Abrazaba su rostro con las almohadas
y fingía pensar, mirando a ningún lado, mientras esperaba cualquier cosa,
lo que fuera que rompiese el silencio.
Sus mechones de pelo azabache, o negro puta como le decía,
adornaban su rostro,
jugaban a un marco que delineaba su expresión...
Húmedo, sudoroso,
con ojeras de media noche,
tomaba respiros en cardumen para aliviarse.
Sus piernas se perdían entre la sabana y se encontraban.
Pepo miraba el techo,
se recuperaba del calor,
no tenía sueño...
Sabía que debía romper el silencio tan espeso,
reconocía la urgencia de la conversa en su pecho.
Sostenía la palabra en sus labios tanto como podía...
Hacia mucho que entendía las cuestiones románticas
como los argumentos de las almas vacías,
como esas cosas que se dicen las gentes cuando no saben que decirse...
Ya le dije todo - pensó.
Todo lo que sabia...
Hacer con mis manos, con mi lengua, con las orejas
y hasta le había respirado exhausto muy cerca del oído.
Sus manos le habían gritado por toda la espalda
desde el cuello hasta donde comenzaban las nalgas,
la había apretado,
jalado,
había hecho una alharaca entre sus tetas,
ombligo y labios,
se había aferrado a sus piernas como si fuesen a dejarlo, para siempre.
Pero debía aflojar el verbo...
La habitación se ponía densa,
se podía acariciar el vapor,
se respiraba un hedor a piel desesperada,
se llenaba de suspiros y retoques de cabello.
Se sentó,
bifurcó sus miradas en el espejo,
se sobó la barba
y observó su curva desde el hombro hasta los tobillos,
a traves del espejo,
a traves de la sabana.
Siempre vuelvo - suspiró...
Tenía la certeza de la pertinencia en el rostro,
sonrió.
Y le inoculó el amor con esas frases que a veces viven las personas sin poder escuchar,
esos enunciados que sanan guerras,
que curan las heridas mas profundas, jamas:
- ¿Que crees que pase con Maduro?