lunes, 3 de agosto de 2015

Diazepan y Circo

Se me ocurrió que tú me encendías...
No como un fósforo, 
no como una licuadora, 
no como el motor de la lancha que nos llevaría,
más bien como esas borracheras 
que nos dejan esas mañanas tan llenas de recuerdos y arrepentimientos,
tan llenas de nada en el estomago... 
Ahí, 
justo donde se revuelcan rechonchas las mariposas.

Pensé que no era pa tanto...
Que así como nos acercamos, nos distanciamos,
que abrimos esa brecha desgraciada tanto como respiramos,
estiramos ese vector de posición y le agregamos nodos,
nodos fraudulentos, ocultos, zigzagueantes,
agazapados.
Pensé que eramos una circunstancia, una situación.
Pensé.

Me antoje tan trasnochado,
tan lleno de tantas cosas que no son nada
que me asusté, 
me asusté porque esas presencias extrañas a mi alrededor
no eran a causa del diazepan,
eran consecuencia de todos esos infortunios disfrazados de fantasmas,
de todas mis veces,
de todas mis oportunidades,
de todos mis pretextos,
de todos tus muertos.

Te dibujé, tan inconclusa (podría ponerle acento a ese "tan" o agregarle tres pares de "a")...
Me sentí pleno y oportuno 
para hacer un garabato
de las cosas maltrechas que he dicho y adornarlas con tu rostro,
como un esbozo difuminado,
como un intento, de esos tan míos, para acertar.
Pero...
Mi tarea es mas sencilla,
mi tarea es correr tras de tí tan lleno de necedad y malintensión,
mi tarea es jamás alcanzarte,
mirarte desde aquí,
mirar tu montón de dientes,
creerme Sol,
llamarte Luna,
ponerte nombre de cicatriz, 
besarte.

Me sentí...
Apresurado,
como retomando la sobriedad,
espabilando  y sacudiendo el polvo de mis cosas,
corrí al teléfono tan urgente como la necesidad de otra pastilla...
E hice lo que debí hacer hace ya un rato:

"Necesito tatuarme.
Aquí... en el pecho”

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