martes, 18 de agosto de 2015

Breve.

Es que soltaste mi mano,
pero se me ha antojado que no soltaste mi corazón... 
Te lo prometo.
No te lo juro, 
los juramentos nos condenan, nos maldicen de alguna forma. 
Te lo prometo, porque las promesas descansan en nuestra frente a la espera de ser cumplidas, nos acompañan serenas, silenciosas y saben cuando divorciarse de nuestros labios.
Como todo, como yo, como tu.

Como las piedras sobre las que te alejas,
como esos metros que son kilómetros mientras no volteas, 
mientras desapareces presurosa en cualquier esquina.

Como las lamparas de la plaza que no encienden,
pero que sí,
pero que no,
pero que alumbran temerosas y también amenazantes 
como latido de corazón furioso,
corazón el mio... 
El que se estrella contra mis costillas cuando apareces
cuando siento ganas de tomar tu mano y ponerla en mi pecho
para que sientas tanto golpe de razón...
Tanto golpe de ganas y suposiciones,
de preguntas y dolor.

Es que soy un ser que vuela, 
que a veces aprende de aterrizajes
pero que se embriaga de cuestiones...

Por qué no encienden las lamparas,
por qué a veces no sale la luna,
por qué está tan lejos el mar,
por qué los muros son tal altos,
por qué nos gusta tanto el cocuy,
por qué somos breves,
por qué carajos corres,
por qué por qué?

Porque somos seres de luz, porque no hacen falta.
Porque a veces sales a pasear.
Porque tantos kilometros tales horas si me acompañas.
Porque son lo que no queremos poder.
Porque solo así nos entendemos.
Porque somos del tiempo, que nos hace suceder como en apuro.
Porque si.

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