miraba el agua caer
Mire por la ventana
Cerré la ducha
Y esos pedazos de vida que no vamos a borrar jamás.
Nosotros,
los perros de esta raza,
le ladramos al
mar.
Conjugamos en el hocico
aquellas cosas
que nos llenan la panza,
como una letanía,
como conjurando el poder de las olas
sobre nuestros platos vacíos.
Son ladridos
que alebrestan las crestas del océano
y asustan las tempestades.
Son ladridos que vienen y van,
que amagan,
que llegan tan lejos como llega el eco.
Son ladridos
con estelas de ilusión.
Sir Guttenberg desde el puente apuraba el trago, refugiaba en el frío lo necesario para mantener su cartera llena de coñac desmintiendo cuanta infamia se levantaba en su contra, no es un vicio - gimoteaba - es simple biología. Los años le atisbaban sin consentimiento, la barba, los párpados, los guantes, el bombin, el gris londinense sobre el río a esas horas era como él - pensaba.
¡Gutten! ¡Gutten ayúdame! - le despertó Mrs. Belvedere de su entumecido pensamiento, tan profana como impertinente. Este es el último puente ¿ahora qué? - Preguntaba mientras deslizaba su mano por el barandal desteñido sosteniendo su humanidad, tratando de mantenerse erguida como si nada sucediese - ¿cómo vamos a cruzar? ¿cómo vamos a volver?
El sonido del primer barco en zarpa apañó su intento, pero entre sirenas y luces espetó: ¿Qué cosa fuera la maza sin candela?