Nosotros,
los perros de esta raza,
le ladramos al
mar.
Conjugamos en el hocico
aquellas cosas
que nos llenan la panza,
como una letanía,
como conjurando el poder de las olas
sobre nuestros platos vacíos.
Son ladridos
que alebrestan las crestas del océano
y asustan las tempestades.
Son ladridos que vienen y van,
que amagan,
que llegan tan lejos como llega el eco.
Son ladridos
con estelas de ilusión.
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