miércoles, 1 de agosto de 2018

Ayotzinapa

Parece que la ciudad me quiere vencer...

No sabe que ya ando vencido
hace mucho rato,
tampoco sabe que estoy sobrio,
siempre se tropieza con mis versiones ilusionadas y transgredidas de gente,
de alcohol,
de drogas.
No sabe que también soy culpable,
que el pecho me lo adorna un serial
que responde a las tantas veces que ha sido mi culpa,
a las cosas muertas que llevo en la espalda.
Como una carga,
como vasos vacíos de tragos 
que nunca me tomé
pero que siempre hicieron daño.
Tampoco sabe que quiero estar en otro lado,
que también renuncié hace mucho rato a seguir...
A intentar.

No sabe muchas cosas de mi,
no muchas cosas más.

Así que huyo de la noche,
esquivando piropos, crudo e infinito,
huyo de la madrugada que queda...
Busco con las manos tanteando al Sol.

Y, ahí, donde vivo preso,
le amago la ultima masticada a mi arepa
antes de huir, antes de correr exento de las  cosas que me persiguen...

Pero me encuentro,
me encuentran,
en la suplica de un negrito,
un niño
que me pide ese ultimo mordisco...
Me acorralan extraviado en los ojos de un niño náufrago.

Y la noche y mi huida dejan de significar tanto.

Y la ciudad me vence, otra vez, como siempre.

No hay comentarios: