Posada Miramar

A Sebastián...

Porque aprendemos la tarde jugando,

una y otra vez.

Siempre vas a sonreír, Carlos...
Incluso estos Domingos tan cabrones con éste Sol tan marchito, tan alejado.
Siempre vas a volver, 
siempre... 

No lo sabes?

Vamos y venimos, nos han regalado ese don.
Incluso con los años, volveremos,
incluso con los años que no te quitarán la sonrisa
que tan solo le quitarán brillo, ese brillo  tan renuente.
Siempre podrás sonreír, 
siempre volverás a ésta tarde
con los ojos cerrados, apretados,
como extrañando,
como invocando el sonido de éstos árboles y sus hojas... 

De éstas palmeras chocando unas con otras,

de la brisa que nos acaricia el rostro y los oídos, 

que silva como cantándote una canción
y de éstos árboles que aúllan, 

lo sabes,
aúllan a nuestros corazones
que son legítimos, puros,
sobretodo porque conocemos la nobleza de los sonidos, 

sobretodo éste Domingo tan desparramado en tu sien y en mi nariz.

Algo de bueno tiene todo ésto, Carlos.
Estás aprendiendo la ausencia,

estás acercando tu corazón a cosas más profundas,
lo estás arrimando a un candelero, te lo arrimaron,
lo estás llevando más allá...
Donde te espera la garantía perentoria de un recuerdo,
donde mas temprano que tarde has aprendido a levantarte en medio de un suspiro.

Jamás olvidar, nunca olvidar.

Porque el recuerdo nos rescata,
nos ayuda, nos libera un poco.
Es necesario, urgente, apurado.
Por eso sonreímos de repente...
Por eso se nos escapan los gimoteos incluso ésta tarde, Carlos,
cuando gritas con alegría y apresuramiento "tirame otra vez...!"

Recuerda recordar. Nunca olvides.
Sobretodo el equipaje,
mantenlo seco y protegido... para cada viaje que aún debamos emprender.

Siempre vas a sonreír...
Recordando u olvidando.
Alejándote o acercándote.

Siempre te vas a rescatar.
Incluso hoy.
Incluso éste Domingo que ya no está.
Incluso a mi.