Me encantaste,
porque te invite a volar
y sin dudar me pediste que te dibujara unas alas,
sonreíste y pintaste todo el universo.
Despertamos en cada amanecer
con la piel manchada de nubes y arena,
con estrellas en el pelo...
de mis cielos, en tus mares.
Le dimos formas
y siluetas al horizonte,
cuando ya el Sol se ocultaba,
pero corrimos mucho y volamos demasiado...
Y con cansancio,
aprendimos que aire y agua no se podían mezclar.
Ya me he ido,
forastero en cuartos menguantes,
en lunas nuevas,
en astros fugaces.
Pero aun nos pueden ver abrazándonos en los atardeceres,
cuando cielo y mar se hacen uno entre besos y caricias,
en cada nube que se antoja pájaro o estrella.
Que son nuestros cuerpos...
Que son nuestras manos.
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