Aprender a distanciar
lo suficiente a el adjetivo
lo suficiente a el adjetivo
último.
Suficiente lejanía como para que se pierda su procedencia.
Suficientemente lejos como para convertirlo en la mitosis, en el desboblamiento y el suicidio, de el discurso. El talón de Aquiles de su predicado. Que no se sepa si es continuación o elogio o un dedo señalándote, una acusación, una mancha en la inmaculada blancura de tu autoestima.
Tan lejos
que exija
replantearte.
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