Prendé esa verga en candela,
Negra.Metele fuego a todo lo que querás.
Quemá el rancho.
Rompé los platos.
Bañá mis flores con gasolina,
ya no sirven sus colores
si ya vos no les vas a cantar.
Incluso los pájaros y las mariposas,
que se van por no oir tu voz.
Pero hacelo ya.
La vida o se rompe o se quiebra,
y yo no quiero estar acostado
en el chinchorro
de la incertidumbre.
Llévate las estrellas,
también,
sus cardumenes que titilan
cuando sonreís.
La fuerza de su luz reflejada
en tus dientes.
Llévate la noche,
la Luna y el sonido de la brisa.
Llévate tu silencio,
cada una de tus canciones.
Llévate el café y la coladera,
asegurate de eso.
No me vayas a dejar
en mis ropas tus ropas
porque sería mágico pensar
que fue a propósito.
Que a la mañana siguiente
mi vida me resulte
igual, como si nada hubiese pasado.
Pa no recordar.
Pa no pensar.
Pa vivir en paz.
Pa que la luz del día,
cuando entre por mi ventana,
no me sorprenda
pensando si ya habrás despertado,
si habrás tomado café,
si ya te habrás hecho par de arepas,
si ya te habrás masajeado las nalgas,
si ya no vas a regresar.
Sería injusto.
Sería pésimo tener que recordarte,
por eso te pido que te llevés todo
y lo que no que lo prendás en candela.
Yo, mi corazón incluso.
Las palabras.
Guardalas.
Las mías.
Son de vos.
Como lo es tu pelo
enredado bajo la lluvia,
la silueta de tu cuerpo
una tarde con tu piel en el mar,
como lo es el verde de las montañas,
como lo es cada perro náufrago,
como lo es tu corazón que es hogar.
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