domingo, 30 de noviembre de 2014

#SuperNova

Y de cómo ni los Incas
ni los que cayeron del cielo 
dibujaron Nazca... 

Alguna vez...
En alas de un polvo lunar,
volaba entumecido de mi búsqueda,
adormecido, lejano, ligero.

Tu sembrabas estrellas
deteniendo mi vuelo en tu sonrisa,
te pregunté si te llamabas, cómo...
Tu nombre me pareció canción,
tu voz me pareció melodía,
tu constelación dibujo las letras.

Amabas tus estrellas,
tus soles 
y tus lunas,
te vestías de su color, nacían y brillaban a tu antojo... de tu ser, que es universo.

Dejé de volar,
prendí tus voces en mis labios,
dibujé lineas
y senderos en mis planicies
para enseñarte el camino,
te quise llamar Princesa porque te adornaban los planetas,
te ofrecí mis montañas para tu reino,
pero no escuchaste.

Y me dormí
y deje mis alas
y mis sueños
y mis vuelos,
y te contaba las maravillas que veía,
escribía en cada cometa, pasajeros, mis mensajes,
mi voz se hizo huracán
y desperté las aguas que estaban dormidas.

Pero jamás bajaste...
te embelesaban tus astros,
hacías música mis lamentos.

Y decidí llamar a mi sitio Tierra,
decidí sentarme de vez en cuando, callado, a mirar.

Y desde entonces me inventé un conjuro y le llamé Noche,
que desde entonces ya no llega sola,
porque soy yo quien la invoca,
porque de vez en cuando la convierto en verbo,
porque de vez en vez, en cada rincón de ella, te hago mía sin tu saberlo.

 Quizás.

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